sábado, 26 de febrero de 2011

Libia:Revuelta pero no revolución.

Libia y la contrarrevolución de las redes sociales
por Carlos Fonseca Terán*

Trípoli.- Quienes rechazan las ideas revolucionarias o las falsifican, son los primeros
en llamar revolución a cualquier disturbio social que ocasione el cambio
de un gobierno por otro. Algo distinto es que dichos disturbios lleven
consigo la posibilidad de un cambio revolucionario, por remota que ésta
sea. En ninguno de los sucesos actuales del mundo árabe, se perfila ni
por asomo la posibilidad de un cambio en este sentido, es decir la
sustitución de un sistema por otro que sea socialmente más avanzado, en
gran medida debido a la inexistencia de organizaciones políticas con la
capacidad objetiva de lograrlo y del liderazgo con las condiciones para
ello.

Está bien que un pueblo se rebele
contra un régimen opresor, tiránico y servil ante los intereses del
imperialismo norteamericano. Pero también hay que poner bajo sospecha
cualquier cosa que cuente con el aparente beneplácito de éste, tal como
ha ocurrido en Túnez y Egipto, donde de forma aparentemente paradójica,
los regímenes recién derrocados eran aliados de Estados Unidos. El
imperialismo parece estarse deshaciendo de sus antiguos aliados
dictatoriales en los países árabes al convertirse éstos en un estorbo
para su objetivo de contar con el pretexto de la democratización
occidentalizante en aras de su intervención en esa región del mundo y el
saqueo de sus recursos energéticos. Se están manipulando los anhelos
libertarios de los pueblos árabes, con la expectativa de que los
fenómenos actualmente en marcha se extiendan a todo país donde haya un
régimen considerado como dictatorial por la visión euro-anglocéntrica u
?occidental? del mundo. Pero el interés norteamericano en los cambios
del mundo árabe no está ni siquiera en función de esto, lo cual no es
más que expresión de una coartada para terminar deshaciéndose de
aquellos gobiernos que no responden a sus intereses imperiales, como
Libia y Siria.

A Estados Unidos poco le importa
sustituir a un monigote por otro en Túnez y Egipto, si esto le da la
posibilidad de sustituir también un régimen revolucionario por un
gobierno servil en Libia o posiblemente también en Siria. Y todo se está
haciendo por la red social Facebook; es la contrafacebooklución, nueva
variante de la estrategia global norteamericana: la redbelión lumpénica
global teledirigida, cuya carne de cañón son lúmpenes exaltados,
avanzadilla de la decadencia cultural y civilizatoria occidental. El
truquito consiste en revueltas aparentemente angelicales contra
regímenes despóticos y absolutistas al servicio de los intereses
imperialistas (Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein, Yemen, quizás ? y
ojalá ? Arabia Saudita) a cambio de que ocurra lo mismo con gobiernos
hostiles a dichos intereses (Libia, Siria), pero sustituyéndolos a todos
con gobiernos tan subordinados a Estados Unidos como los derrocados en
Túnez y Egipto.

Sacar a la calle a una buena parte
de quienes adversan a un gobierno es cuestión de método y circunstancia;
el método: la increíble facilidad de comunicación en el mundo
electrónico de hoy; la circunstancia: una suma de inconformidades por la
razón que sea en un momento dado, que casi siempre existe, con
democracia o sin ella. Se trata de una circunstancia latente en espera
de un método catalizador. Y una gran cantidad de gente en la calle le da
legitimidad a cualquier cosa; incluso, si a alguien le sirviera de algo
y se propusiera sacar a la calle a todos los ladrones, homicidas y
violadores de cualquier país con más de diez millones de habitantes,
tendría decenas de miles de personas garantizadas; pero eso
evidentemente, no sería representativo de ningún pueblo del mundo.

Sin que se trate del caso de Egipto,
por supuesto, el ejemplo anterior tiene que ver con un problema
cuantitativo que sí es aplicable a dicho país, donde aún tomando como
ciertas las informaciones que daban cuenta de un millón de personas en
la plaza Tahrir, esto equivaldría aproximadamente apenas al 1.72% de la
población votante en Egipto y al 1.2% de su población total. Si se toma
como referencia la cifra según parece más realista de 300,000 personas
reunidas en dicha plaza, esto equivaldría al 0.52% de la población
votante y el 0.36% de la población total de ese país, cuya población es
de 83 millones de habitantes y su población votante, de alrededor de
58,100.000.

En cualquier caso, aunque es una
minoría muy activa no se le puede necesariamente conferir una
representatividad mínimamente aceptable de la voluntad de todo el pueblo
egipcio; sin pretender con esto entrar a hacer valoraciones acerca de
si las manifestaciones que allí ocurrieron fueron o no auténticamente
populares. A fin de cuentas, todos los cambios políticos o sociales que
se dan producto de la participación masiva del pueblo tienen la
característica de que sus protagonistas siempre constituyen una minoría,
pero muy activa. Aquí solamente se pretende alertar en el sentido de
que la representatividad popular de acontecimientos de este tipo no es
algo objetivamente verificable ? como sí lo fueron las elecciones que en
Argelia y en Gaza ganaron, en su momento, las fuerzas fundamentalistas
islámicas y que sin embargo, fueron moralmente anuladas de forma abusiva
y nada democrática por todo el mundo occidental que ahora aplaude lo
que sucedió en Túnez y Egipto ?, además de que en un país puede tratarse
de una auténtica rebelión popular y en otro no, pudiendo ser en cambio,
un experimento de manipulación dirigido desde afuera; tal como podría
ser el caso de Libia, donde es muy difícil concebir que esto suceda en
vista de que el modelo allí vigente es de democracia directa, y donde
además el líder principal del país no tiene cargo alguno al cual
renunciar como respuesta a las que se pretenden presentar mediáticamente
como demandas populares.

En Libia la situación parece haberse
salido de control en cierto modo por el nivel de respuesta del
gobierno, no estando preparadas las fuerzas armadas y de seguridad para
este tipo de situaciones, completamente inusuales en ese país debido a
su régimen político, donde pueblo y gobierno han sido parte de una misma
institucionalidad. Lo que allí se están dando no son manifestaciones,
sino motines delincuenciales, saqueos, todo apuntando a la
desestabilización.

Si algo va quedando cada vez más
claro es que existe un interés deliberado, un plan orquestado y dirigido
por Washington cuyo objetivo es desestabilizar a los países cuyos
gobiernos no le son afines, y en aras de dar legitimidad a los sucesos
vinculados con dicho plan el imperialismo no duda (como siempre) en
deshacerse de aliados que se han vuelto incómodos en vista de los
pretextos ?democratizadores? utilizados para dicha desestabilización
(así paga el Diablo a quien bien le sirve).

A diferencia de Túnez y Egipto, en
Libia no existe un régimen cuya actuación se subordine a intereses
externos, y seguramente ese pueblo revolucionario (que
institucionalmente es a la vez gobierno) resistirá hasta las últimas
consecuencias, por alto que sea el costo político a pagar. Allí tiene
pocas posibilidades el escenario de un derrocamiento del gobierno, y en
el peor de los casos es más probable una guerra civil ? siempre que la
oposición cibernéticamente fabricada por el imperialismo sea provista
por éste de la suficiente capacidad bélica ? o como ya alertó Fidel
Castro, una intervención armada de la OTAN (entiéndase de Estados
Unidos). No puede descartarse, sin embargo, que las famosas
ciber-?revoluciones? tengan como resultado una mayor cantidad de
regímenes de derecha en la región islámica, incluyendo la sustitución de
dictaduras militares pronorteamericanas por regímenes civiles y
?democráticos? igualmente pronorteamericanos. En el caso de Egipto, una
muestra del control de la situación por Estados Unidos fue el
comportamiento de las fuerzas armadas, cuya imagen fue lavada hábilmente
mediante su aparente neutralidad en el conflicto, como reserva moral
del régimen que logró sobrevivir a la debacle tomando el mando con cero
costo político, tal como esperaban Estados Unidos y Mubarak.

Por todo lo antes dicho, llama la
atención que cierta izquierda tradicionalmente escéptica (ahora bien
cibernética, por cierto, y no escasa de elementos ?ultra?) que siempre
ha desconfiado de toda revolución triunfante, ahora se ponga de pronto
tan eufórica por el derrocamiento de los gobiernos de Túnez y Egipto que
evidentemente no representa cambio social alguno, y clame por el
derrocamiento de gobiernos revolucionarios como el de Gaddafi en Libia.
Es más, aún aceptándosele en última instancia a esa ?izquierda? la
hipótesis peregrina de que los modelos venezolano, nicaragüense e
incluso, ni siquiera el cubano sean revolucionarios o vayan hacia el
socialismo; aún en ese caso extremo estaría fuera de toda discusión que
por lo menos, estos modelos tienen más que ofrecer en términos de cambio
social, que los regímenes resultantes de los sucesos en Túnez y Egipto;
pero mientras esa izquierda de salón cibernético rechaza el modelo
socialista cubano y el rumbo bolivariano, sudamericano y sandinista al
socialismo, celebra los triunfos ?revolucionarios? en los dos países
mencionados.

El éxito inicial de la casi evidente
maniobra imperialista contra el régimen popular y revolucionario en
Libia constituye una muestra de que tan insuficiente es el partido en el
poder político sin un poder ciudadano plenamente desarrollado y
asumiendo su rol dentro del modelo de la democracia directa, como un
poder ciudadano instaurado y experimentado sin que el proceso cuente con
la conducción política que sólo puede ser ejercida eficazmente por una
organización cuyo contenido de trabajo esté definido por ese importante
rol. Este último, es posiblemente el caso de Libia, donde es de
esperarse sin embargo que a pesar de todo, el pueblo sepa defender sus
conquistas bajo la conducción de Muammar Gaddafi, único caso en la
historia hasta ahora, de alguien que ha renunciado a todos sus cargos
manteniendo su liderazgo político intacto. Los revolucionarios libios
seguramente no se amilanarán ante la avalancha mediática y la guerra
psicológica del imperialismo, y sabrán responder con la efectividad
requerida al actual reto que se les ha planteado.

* Militante nicaragënse, hijo del revolucionario asesinado por el Somozismo, Carlos Fonseca Amador

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